martes, 9 de junio de 2020

Relato Valores predominantes

El autor es Nicolás Aguerre, a quien agradecemos por enviarnos este trabajo literario que nos permite disfrutar de la lectura y reflexionar
Valores predominantes
Santiago Ocampo ahora se encontraba mano a mano con otro de sus amigos, Nicolás Hardie.

Nicolás era del mismo pueblo de Santiago. Compartieron infancia e inclusive juegos de adolescencia. Ahora Nicolás vivía en la ciudad.

Los dos habían salido a pasear en sus caballos preferidos. Se encontraron de casualidad en una boca calle árida y abierta, de un camino más de arena que de tierra.

Se saludaron alegres de volver a verse.

—¿A dónde ibas? —quiso saber Santiago.

—No sé, ando sin rumbo.

A Nicolás le encantaban esos espontáneos vagueos, esas “vagancias improvisadas”, como él denominaba. El sólo hecho de andar por andar, sin rumbo fijo: “A Dios gracias”. Como un mero espectador de la realidad. Observando sin juzgar. ¿Sería algo así como una especie de meditación? Quizás. Cuestión que esa simple actividad a Nicolás le reportaba suma felicidad. Y como la felicidad depende de cada quien: Allá a él.

Al percibir su difusa mirada, la que denotaba estar en otra parte, Santiago le dijo en voz algo alta:

—Vayamos a casa. Ya está.

—Bueno —replicó y calló Nicolás.

Los dos al tranco disfrutaban de una abrasadora brisa veraniega. Sus cuerpos cálidos se sentían vivos. Bien.

De repente Santiago, amante de los caballos criollos como el suyo, el “Astor”, dijo:

—No sé porque seguís insistiendo con los mestizos.

Nicolás se acomodó en su montura, pero antes de poder responder, Santiago continuaba:

—Y en las monturas…

—Santi, no es un mestizo el “Farruco”. Es un cuarto de milla. Y de las monturas, ya hemos hablado. Sabes que valoro su practicidad y la soltura de movimiento… la frescura y libertad que dan.

—No entiendo porque no tenés todavía tropilla de criollos.

—¿Y vos de cuartos de milla?

—Es distinto.

—¿Por qué?

—Porque los criollos son mejores, más completos.

—Eso será para vos…

—No, es así.

Y Nicolás acarició la cruz al Farruco y le dio un par de suaves palmadas en la punta de la espalda, en la zona derecha, arriba del pecho.

—El criollo es más resistente. Sirve más para el trabajo de campo. Preguntaselo a cualquiera que sepa, Nico.

—… .

—Puede comer cualquier cosa. No es delicado y si lo dejas unos días, ya sabes… no se le hincha el lomo y no te prueba. Lo podes ensillar y subir tranquilo.

—Viste que si los apuras y los haces correr un poco después no queda exaltado. Se tranquilizan en seguida.

—¿Y qué me decís?

—¿Terminaste?

—Supongo.

—¿Puedo hablar yo ahora?

—Y sí…

—Bueno —dijo Nicolás y aclaro su voz:

“Vos evaluas a mi Farruco con los valores de tu Astor. Carece de sentido tu accionar.

“El cuarto de milla tiene otras cualidades, distintas. Es atlético y por eso será que es un animal frugal. Necesita comer poco. ¿Eso puede considerarse como algo malo? ¿No será por eso que la tanta y variada comida —remarcando esto con ironía— la cae mal?

“Los cuartos de milla tienen velocidad, equilibrio y agilidad. Son explosivos y giran a la perfección.

“Pero uno los debe saber tratar… Son sensibles, obvio, como todo lo que es de elite, ¿no? La manteca no es para los gatos…

—Está bien, ya está el asunto —alcanzó a decir Santiago.

No , no. Falta lo primordial:

“No tiene sentido evaluar a alguien o algo con valores ajenos. Con pautas verdaderamente extrañas. Es injusto y no hace más que crear un mundo miope y homogéneo, perdiéndose la riqueza de lo plural, de lo diverso.

“Y así generaríamos —y con tristeza en su voz, concluía Nicolás— un mundo más pobre.

Nicolás Aguerre

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